Durante décadas, las películas basadas en videojuegos han recorrido un largo camino desde sus humildes –y muchas veces criticados– comienzos hasta convertirse en producciones destacadas dentro de la industria cinematográfica. Si bien tradicionalmente se consideraban adaptaciones mediocres, hoy en día el panorama es muy distinto. La evolución del género ha logrado captar tanto a los fanáticos de los juegos como a un público más amplio, gracias a tramas más elaboradas, efectos visuales de calidad y adaptaciones que combinan fidelidad con creatividad.
Los videojuegos como terapia: estudios y casos que lo confirmanLa revista española Fotogramas, una de las más reconocidas en el ámbito del cine, analiza esta transformación: “El mundo de los videojuegos siempre ha sido un gran maltratado en el cine. Sin duda, es difícil llevar la emoción e interactividad de los juegos de consola a la gran pantalla, trasladar un torrente de adrenalina en el que se participa activamente a un visionado pasivo de la misma historia”.
Aun así, varias producciones recientes han desafiado esta percepción. Un ejemplo claro es The Last of Us (2023), una serie de HBO que, aunque no llegó al cine, marcó un hito por su fidelidad al material original y la profundidad emocional de su narrativa. Fue ampliamente elogiada tanto por la crítica como por el público.
En la pantalla grande, títulos como Silent Hill (2006), dirigida por Christopher Gans, demostraron que es posible trasladar la atmósfera y el terror de los videojuegos al cine de manera efectiva. El filme fue bien recibido y se convirtió en un clásico dentro del subgénero de survival horror. Lo mismo puede decirse de Tomb Raider en su reboot más reciente, que ofreció una interpretación más realista de la icónica Lara Croft y recibió elogios por su producción e interpretación, consignó Clarín.
Otras adaptaciones como Pokémon: Detective Pikachu y Final Fantasy: The Spirits Within ayudaron a cambiar la percepción del público, apostando por la espectacularidad visual y el entretenimiento, mientras que la saga Resident Evil, con seis entregas protagonizadas por Milla Jovovich, fue un éxito comercial a pesar de desviarse del guion del videojuego original. Más recientemente, Resident Evil: Bienvenidos a Raccoon City y la serie de Netflix intentaron acercarse más al tono original de los juegos.
La adaptación de Uncharted, con Tom Holland y Mark Wahlberg, trasladó la acción y la búsqueda de tesoros a la gran pantalla, ofreciendo una aventura dinámica, aunque con libertades creativas respecto al juego. Por su parte, Proyecto Rampage, inspirada en el arcade de 1986, mostró cómo una historia simple puede transformarse en un espectáculo entretenido de acción, con Dwayne Johnson como protagonista.
Sin embargo, todo comenzó en 1986 con Super Mario Bros: Great Mission to Rescue Princess Peach, la primera película basada en un videojuego. Este filme de animación japonés, de 60 minutos, marcó el inicio del subgénero. Años más tarde, en 1993, llegó la versión estadounidense en acción real, Super Mario Bros, que fue un fracaso comercial y una gran decepción para los fanáticos.
Realidad virtual y videojuegos: entrenar el cerebro jugando ya es una realidadFotogramas lo resume de forma contundente: “Venimos de una época en la que la gran mayoría de las adaptaciones de videojuegos eran un fiasco. Por ejemplo, Super Mario Bros (la de acción real), Street Fighter y Mortal Kombat, intentos por dotar de una historia fantástica a juegos que no la tenían y que derivaron en universos paralelos, criaturas deformes, mundos distópicos y villanos de cartón”.
Hoy, el escenario es otro. Las producciones basadas en videojuegos ya no solo apelan a la nostalgia de los jugadores, sino que se consolidan como propuestas cinematográficas con identidad propia. Un subgénero que, tras años de críticas y tropiezos, ha encontrado su rumbo y promete seguir creciendo.